El desarrollo de la humanidad ha entregado a la historia de este una
serie de hechos y acontecimientos míticos que ha producido en la especie humana
un gran cambio.
Desde su inicial
panteísmo, propio de su estado de desarrollo humano, pasando por la idolatría
propia del Asia muy difundida en la antigüedad como la China, India, Persia,
Babilonia, Caldeana, Asiria, griega, Romana, egipcia cada una de estas
civilizaciones produjo su mitología.
No es de
extrañar que la civilización Mochica produjera una pléyade de dioses propias de
su estadio evolutivo como tal. Es por ello que trataremos sobre esta última. en
el presente documento.
Poco nos queda
de los mitos en los que basaran su religión los miembros de la cultura mochica o Moche, que se desarrolló en la zona norteña de la costa del Perú mucho
antes que el Imperio inca.
Pero sí quedan
aún en pie sus monumentales pirámides de adobe de Vicus, aunque el tiempo ha
ido erosionando implacablemente su endeble estructura, tanto como ha ido
haciendo que se perdiera su riqueza colectiva y su legado cultural.
Se trató de un
pueblo costero que, como sucesor de muchas y muy diversas culturas, fue
agrupando los diversos retazos mitológicos, hasta formarse un grupo de
divinidades heterogéneas y crear un conjunto panteístico peculiar al cuidado de
la clase sacerdotal teniendo al jaguar a
la cabeza de las diversas divinidades locales, casi todas totémicas, como el
demonio-cangrejo, o el demonio-serpiente, sus animales locales, presididos por
el Martín pescador y las curiosas
cerámicas sexuales en las que se supone que se quiere dar una lección de moral,
uniendo la figura del placer a la de la muerte.
Dioses mochicas
Los mochicas llamaban Aia Paec a la divinidad y Alaec pong a
la piedra o figura que la representaba.
Otras
divinidades eran Si (la luna), Ni (el mar), Fur (Iguana,
dios de la muerte). Los del valle de Chicana le rendían culto a su dios Chicamac.
A pesar de que Aia
paec era la deidad principal, el culto a Si era el
más extendido dada la relación de la luna con el mar y las mareas (puesto que los mochicas eran también pescadores y navegantes). Se especula que
consideraran a la luna más poderosa que el sol. Los eclipses lunares se
representaban en cerámica como que la luna era atacada y con grandes llantos.
El término del eclipse era celebrado con fiestas por el triunfo de la diosa.
Para ello se ofrecían muchos sacrificios a la luna, incluso humanos.
Los habitantes
de la zona de Pacasmayo (Pacatnamun) rendían especial culto al mar y le
ofrecían maíz y almagre.
El chamanismo
estaba difundido, lo cual demuestra que la clase sacerdotal no pudo controlar
totalmente la ciencia médica tradicional, representada por personas especiales
(chaman) con conocimiento de los efectos de las plantas y minerales locales,
así como poseedoras de una relación psicologica-hipnotica-carismatica con el
paciente, para la prevención y tratamiento de enfermedades comunes y menos
comunes de la época. Los chamanes curanderos (generalmente sabios locales)
hacían también sacrificios en lugares sagrados del valle de Talambo llamado Coalechec.
“Tres arqueólogos polacos, bajo la dirección de
Krzysztof Makowski (Varsovia, 1952), han desentrañado la compleja y fascinante
simbología de “una de las iconografías religiosas más ricas en la historia de
las civilizaciones antiguas”. Complementa esta investigación los hallazgos que
el Programa Arqueológico San José de Moro (1991-2004), auspiciado por la PUCP,
ha localizado en el valle de Jequetepeque (La Libertad). Estos últimos
descubrimientos, acaban de ser publicados en CD interactivo; el de Makowski, en
un volumen bellamente ilustrado. Ambos modifican la percepción de una de
nuestras más grandes culturas precolombinas.
Probablemente haya pocas culturas en el planeta
cuya iconografía sobrenatural o divina, pero también la guerrera, esté presente
prácticamente en casi todos sus productos culturales: frisos, muros, vasijas de
arcilla, objetos de oro y plata, tejidos, tapices, en fin. Ese es el caso de la
cultura Moche, desarrollada en el norte del Perú durante los siglos I y VII de
nuestra era. Los diseños estudiados y clasificados minuciosamente por el equipo
comandado por Makowski, permiten diferenciar con claridad entre seres humanos
(normalmente guerreros) y divinidades. Los seres sobrenaturales tienen cuerpo
antropomorfo, pero cabeza de animal o cabellos de serpientes. Se aprecian
también rayos luminosos que rodean el cuerpo y alas de aves gigantes.
Los hombres por lo general llevan una suerte de
casco, narigueras, orejeras, pectorales, túnicas y una falda ampliamente
decorada, a veces adornada con aditamentos de metal y tumis con sonajas. El
vestido de las mujeres es más sencillo: túnica larga, ceñida a la cintura,
collares, pulseras y orejeras. Llevan también un tocado con borlas o largas
plumas en posición vertical, a manera de corona. Aparte de estos tres tipos de
seres, se hallan representados otros seres zoomórficos que, siguiendo a
Makowski, representan metamorfosis o transfiguraciones de hombres en deidades
animales, como dragones, ciempiés o serpientes.
Más allá de esta primera taxonomía, al parecer los
tres tipos geográficos del territorio Moche (el litoral marino, el desierto, el
valle húmedo) espejea directamente en las figuras que se encuentran en dichos
espacios, las cuales son por lo general animales antropomorfos; por un lado,
cangrejos, camarones, peces y aves marinas; por otro iguanas, perros, zorros y
picaflores, propios de la costa, y finalmente felinos como el puma y el jaguar,
y cérvidos, habitantes de las zonas altas del valle. Existen incluso plantas
-específicamente leguminosas- como frijoles y pallares, que juegan en algunos
dibujos el papel de guerreros, lo que lleva a Makowski a pensar que debió
existir un mito fundacional o de creación de la humanidad, tal vez debido a que
las semillas simbolizan la generación potencial de la vida.
Esta fabulosa diversidad icónica lleva a discutir
al arqueólogo polaco si es posible que todas estas divinidades y personajes
respondan a un solo Dios, como en el caso del cristianismo. Luego de discutir
cada una de las propuestas de lectura anteriores de la iconografía Moche
(Donnan, Hocquenghem, Golte, entre los más importantes), el autor colige que es
muy discutible la utilidad de una descripción de la iconografía Moche que no
esté comprometida con el contexto cultural de la imagen (aquí la semiología es
de gran ayuda) y que eluda los principios de composición tenidos en cuenta por
los autores del diseño. Como primera conclusión, bajo estos postulados,
Makowski plantea que “el artista mochica hace por lo general un deslinde claro
entre lo real y lo sobrenatural poblado por seres híbridos. Solo en las escenas
de sacrificio los mortales, sacerdotes y víctimas aparecen al lado de seres
sobrenaturales”. Más adelante, el autor concluye además que la “relativa
unidad” que pueda hallarse en la iconografía moche debe estar basada “en la
tradición ritual y mítica compartidas”.
Makowski se aparta de la lectura cristianizante que
se ha venido dando de la compleja iconografía moche, afirmando una visión dual
del mundo, en estados tanto de rivalidad como de complementariedad. Los
artistas moche -nos recuerda- “juegan a menudo con el parentesco entre dos
ámbitos opuestos, el mar y los cerros: v.g. caracoles de mar y de tierra,
arañas de mar y de tierra; caza de lobos marinos v/s caza de venados”.
Fuentes Informáticas y
Bibliográficas
http://arellanojuan.com/dioses-mochicas/
Golte, Jurgen “Los dioses de Sipan: las aventuras del Dios Quismique y su ayudante Murrup”
Golte, Jurgen “Los dioses de Sipan: las aventuras del Dios Quismique y su ayudante Murrup”
Moche, cosmología y sociedad: una interpretación iconográfica
J Golte - 2009 - IEP, Instituto de Estudios Peruanos