sábado, 8 de octubre de 2016

La civilización Mochica

El desarrollo de la humanidad ha entregado a la historia de este una serie de hechos y acontecimientos míticos que ha producido en la especie humana un gran cambio.
Desde su inicial panteísmo, propio de su estado de desarrollo humano, pasando por la idolatría propia del Asia muy difundida en la antigüedad como la China, India, Persia, Babilonia, Caldeana, Asiria, griega, Romana, egipcia cada una de estas civilizaciones produjo su mitología.
No es de extrañar que la civilización Mochica produjera una pléyade de dioses propias de su estadio evolutivo como tal. Es por ello que trataremos sobre esta última. en el presente documento.
Poco nos queda de los mitos en los que basaran su religión los miembros de la cultura mochica o Moche, que se desarrolló en la zona norteña de la costa del Perú mucho antes que el Imperio inca.
Pero sí quedan aún en pie sus monumentales pirámides de adobe de Vicus, aunque el tiempo ha ido erosionando implacablemente su endeble estructura, tanto como ha ido haciendo que se perdiera su riqueza colectiva y su legado cultural.
Se trató de un pueblo costero que, como sucesor de muchas y muy diversas culturas, fue agrupando los diversos retazos mitológicos, hasta formarse un grupo de divinidades heterogéneas y crear un conjunto panteístico peculiar al cuidado de la clase sacerdotal teniendo al jaguar a la cabeza de las diversas divinidades locales, casi todas totémicas, como el demonio-cangrejo, o el demonio-serpiente, sus animales locales, presididos por el Martín  pescador y las curiosas cerámicas sexuales en las que se supone que se quiere dar una lección de moral, uniendo la figura del placer a la de la muerte.
Sus dos grandes templos, las Huacas del Sol y de la Luna, son obras de grandes dimensiones.
Dioses mochicas

Los mochicas llamaban Aia Paec a la divinidad y Alaec pong a la piedra o figura que la representaba.

Otras divinidades eran Si (la luna), Ni (el mar), Fur (Iguana, dios de la muerte). Los del valle de Chicana le rendían culto a su dios Chicamac.
A pesar de que Aia paec era la deidad principal, el culto a Si era el más extendido dada la relación de la luna con el mar y las mareas (puesto que los mochicas eran también pescadores y navegantes). Se especula que consideraran a la luna más poderosa que el sol. Los eclipses lunares se representaban en cerámica como que la luna era atacada y con grandes llantos. El término del eclipse era celebrado con fiestas por el triunfo de la diosa. Para ello se ofrecían muchos sacrificios a la luna, incluso humanos.
Los habitantes de la zona de Pacasmayo (Pacatnamun) rendían especial culto al mar y le ofrecían maíz y almagre.
El chamanismo estaba difundido, lo cual demuestra que la clase sacerdotal no pudo controlar totalmente la ciencia médica tradicional, representada por personas especiales (chaman) con conocimiento de los efectos de las plantas y minerales locales, así como poseedoras de una relación psicologica-hipnotica-carismatica con el paciente, para la prevención y tratamiento de enfermedades comunes y menos comunes de la época. Los chamanes curanderos (generalmente sabios locales) hacían también sacrificios en lugares sagrados del valle de Talambo llamado Coalechec.
 

“Tres arqueólogos polacos, bajo la dirección de Krzysztof Makowski (Varsovia, 1952), han desentrañado la compleja y fascinante simbología de “una de las iconografías religiosas más ricas en la historia de las civilizaciones antiguas”. Complementa esta investigación los hallazgos que el Programa Arqueológico San José de Moro (1991-2004), auspiciado por la PUCP, ha localizado en el valle de Jequetepeque (La Libertad). Estos últimos descubrimientos, acaban de ser publicados en CD interactivo; el de Makowski, en un volumen bellamente ilustrado. Ambos modifican la percepción de una de nuestras más grandes culturas precolombinas.
Probablemente haya pocas culturas en el planeta cuya iconografía sobrenatural o divina, pero también la guerrera, esté presente prácticamente en casi todos sus productos culturales: frisos, muros, vasijas de arcilla, objetos de oro y plata, tejidos, tapices, en fin. Ese es el caso de la cultura Moche, desarrollada en el norte del Perú durante los siglos I y VII de nuestra era. Los diseños estudiados y clasificados minuciosamente por el equipo comandado por Makowski, permiten diferenciar con claridad entre seres humanos (normalmente guerreros) y divinidades. Los seres sobrenaturales tienen cuerpo antropomorfo, pero cabeza de animal o cabellos de serpientes. Se aprecian también rayos luminosos que rodean el cuerpo y alas de aves gigantes.
Los hombres por lo general llevan una suerte de casco, narigueras, orejeras, pectorales, túnicas y una falda ampliamente decorada, a veces adornada con aditamentos de metal y tumis con sonajas. El vestido de las mujeres es más sencillo: túnica larga, ceñida a la cintura, collares, pulseras y orejeras. Llevan también un tocado con borlas o largas plumas en posición vertical, a manera de corona. Aparte de estos tres tipos de seres, se hallan representados otros seres zoomórficos que, siguiendo a Makowski, representan metamorfosis o transfiguraciones de hombres en deidades animales, como dragones, ciempiés o serpientes.





Más allá de esta primera taxonomía, al parecer los tres tipos geográficos del territorio Moche (el litoral marino, el desierto, el valle húmedo) espejea directamente en las figuras que se encuentran en dichos espacios, las cuales son por lo general animales antropomorfos; por un lado, cangrejos, camarones, peces y aves marinas; por otro iguanas, perros, zorros y picaflores, propios de la costa, y finalmente felinos como el puma y el jaguar, y cérvidos, habitantes de las zonas altas del valle. Existen incluso plantas -específicamente leguminosas- como frijoles y pallares, que juegan en algunos dibujos el papel de guerreros, lo que lleva a Makowski a pensar que debió existir un mito fundacional o de creación de la humanidad, tal vez debido a que las semillas simbolizan la generación potencial de la vida.
Esta fabulosa diversidad icónica lleva a discutir al arqueólogo polaco si es posible que todas estas divinidades y personajes respondan a un solo Dios, como en el caso del cristianismo. Luego de discutir cada una de las propuestas de lectura anteriores de la iconografía Moche (Donnan, Hocquenghem, Golte, entre los más importantes), el autor colige que es muy discutible la utilidad de una descripción de la iconografía Moche que no esté comprometida con el contexto cultural de la imagen (aquí la semiología es de gran ayuda) y que eluda los principios de composición tenidos en cuenta por los autores del diseño. Como primera conclusión, bajo estos postulados, Makowski plantea que “el artista mochica hace por lo general un deslinde claro entre lo real y lo sobrenatural poblado por seres híbridos. Solo en las escenas de sacrificio los mortales, sacerdotes y víctimas aparecen al lado de seres sobrenaturales”. Más adelante, el autor concluye además que la “relativa unidad” que pueda hallarse en la iconografía moche debe estar basada “en la tradición ritual y mítica compartidas”.
 




Makowski se aparta de la lectura cristianizante que se ha venido dando de la compleja iconografía moche, afirmando una visión dual del mundo, en estados tanto de rivalidad como de complementariedad. Los artistas moche -nos recuerda- “juegan a menudo con el parentesco entre dos ámbitos opuestos, el mar y los cerros: v.g. caracoles de mar y de tierra, arañas de mar y de tierra; caza de lobos marinos v/s caza de venados”.

 








Fuentes Informáticas y Bibliográficas
http://arellanojuan.com/dioses-mochicas/

 Golte, Jurgen  “Los dioses de Sipan: las aventuras del Dios Quismique y su ayudante Murrup”
Moche, cosmología y sociedad: una interpretación iconográfica
J Golte - 2009 - IEP, Instituto de Estudios Peruanos