En el
devenir histórico y
por caprichos de
la historia surge las figuras de dos indómitos personajes
de la historia cuyos hechos se
vieron inter cruzados uno aguerrido y
hábil jinete y estratega militar que la
historia reconoce con el
nombre de Atila y el otro
un soldado salido de las
aguerridas filas del ejército romano pueblo
acostumbrado por tradición a
dar líderes militares nos referimos a
Flavio Aecio rudo general romano que derroto a Atila
en los campos cataláunicos .
Hasta finales
del siglo IV, los romanos no tenían conocimiento de los hunos. Los romanos
solían tachar de bárbaros a todos aquellos que no sabían escribir, pero sus
descripciones a cerca de los hunos iban más allá: decían que eran muy sucios,
desprendían un fuerte y desagradable olor, comían carne cruda y
"vivían" sobre sus caballos. Bajo esta figura surge una de las figuras más notables
del pueblo Huno Atila
quien era Atila, El padre de
Atila murió y sus tíos se hicieron cargo de él y de su hermano mayor Bleda,
preparándolos para que fueran grandes guerreros. Atila era el predilecto de su
tío Rugas
En esta época, el Imperio Romano estaba dividido en 2, Imperio Romano de Occidente
(capital en Roma) e Imperio Romano de Oriente (capital en Constantinopla), que era
más poderoso.
Los romanos necesitaban rehenes para sus ejércitos y así poder hacer frente a
las invasiones que estaban penetrando en el Imperio, sobre todo de Occidente.
Era signo de simpatía y aceptación en esta época intercambiar rehenes entre los
romanos y los bárbaros que irrumpían en la zona. En uno de estos intercambios,
Atila fue enviado a Roma.
Por aquel entonces, los hunos ya iban adquiriendo fama de buenos guerreros y
los romanos mandaron un espía a la tribu de rehenes hunos para aprender sus tácticas.
Era Flavio Aecio, que en poco tiempo se hizo gran amigo de Atila.
Estaban siempre juntos, hasta que en el 420 Atila volvió a su lugar de origen.
En esos años, Atila aprendió el modo de vida romano, pero nunca fue de su
agrado. Juró que volvería, pero esta vez para conquistarla.
La progresión de Atila fue muy rápida
Antes de tener 20 años, ya estaba al mando del ejército huno.
Entre los 20 y los 30 años, ya participaba en todas las afrentas.
Con 32 años, fue 2 veces a Italia, pero no a conquistarla, fue a socorrer a su
amigo Aecio. Gracias al apoyo de Atila, Aecio consiguió hacerse con el título
de caudillo. Los enemigos de Aecio se convirtieron en los enemigos de Atila.
En el 432, ya era la cabeza visible de los hunos, su líder. Los unificó, les dotó
de libertad y conformó un ejército muy potente. Los hunos empezaron a ejercer
una gran presión en el Imperio Romano.
En el 435 Teodosio, emperador del Imperio Romano de Occidente, firmó un acuerdo
con Atila para evitar su enemistad. El rey de los hunos recibía tributos de los
2 Imperios Romanos. La firma de estos acuerdos era una forma de ganar batallas
sin violencia y a la vez una deshonra para los romanos.
En el 440, se rompió el acuerdo entre Atila y Teodosio. Los romanos fueron
sorprendidos usurpando las tumbas hunas y este hecho fue considerado una
pérdida de respeto para Atila. Se libró una cruenta batalla que ganaron los
hunos, extendiendo así su influencia y su imperio.
Teodosio era consciente de la superioridad que tenían en este momento los hunos,
y quería obtener la paz a toda costa. Por ello, aceptó las altas pretensiones,
sobre todo económicas, de Atila.
Entre tanto, Atila participaba en una activa vida social: escuchaba poesía,
administraba justicia entre sus ciudadanos...
Se casó con Arika y tuvo 4 hijos. Como hombre supersticioso que era,
adoraba al más pequeño de sus vástagos, Emac, el que según las predicciones,
levantaría en imperio huno cuando éste decayera.
Atila compaginaba modestia y poder, no quería comparaciones con Dios, y de
hecho lo consideraba como
Ofensa para
las tradiciones de los pueblos de las tierras gélidas que gobernaba el líder Huno.
En el 444, murió Bleda, hermano de Atila, por lo que éste se convirtió en el
único emperador de los hunos.
Encontró la "Espada de Dios" fortuitamente en un prado.
A mediados del siglo V, tras ganar en otra batalla al Imperio Romano de
Oriente, se extendió aún más el imperio huno.
Atila, ante la evidencia de su superioridad, comenzó a subir sus pretensiones a
los romanos por el simple placer de ver cuando podía "exprimirlos".
Se hizo quisquilloso y exigente.
Honoria, hermana del emperador de Occidente Valentiniano III, escribió una
carta a Atila pidiéndole ayuda para librarse de su familia, que la tenía
encerrada y la consideraba una deshonra por sus deslices amorosos. Ella a
cambio le ofrecía casarse.
Atila habló con Valentiniano III pero éste no quería cederle a su hermana.
Atila también pidió que le fueran devueltos sus rehenes, pero tampoco cedieron.
Ante estas negativas, Atila empezó a pensar en guerra.
Para provocarlos, en el 451 penetró en la Galia y se enfrentó a los visigodos
de Teodorico, que estaban instalados allí.
Este terreno era muy deseado por los romanos, por lo que éstos se aliaron con
los visigodos para luchar contra el enemigo común (Campus Mauriacus)
Con esta batalla, Atila y su amigo Aecio se enfrentaron.
Orleáns fue la ciudad gala que más resistió el asedio huno, pero finalmente
cayó bajo su poder. Aunque allí posteriormente fueron sorprendidos por
visigodos y romanos. Los hunos huyeron hacia Troyes, a unos 20 kms. Y allí
también se topó en la frontera con la resistencia romano-visigoda.
Esta fue la primera gran derrota de los hunos (Batalla de los Campos
Cataláunicos) que por el momento salvó la integridad del Imperio de Occidente.
En el 452, en venganza, Atila penetró en Italia. Suponiendo la gran represalia
que les esperaba a los romanos, desde Galia propusieron al emperador
Valentiniano que trasladara la capital (Roma) y la instituyera en Galia, para
mayor seguridad.
Pero el emperador se negó y prefirió resignarse.
Tras la conquista huna en el Norte de Italia y temiendo que la capital fuera
tomada en breve, Valentiniano III y Aecio deseaban pactar la paz. Éstos
mandaron al Papa León I el Grande a hablar con Atila.
Fue un encuentro muy cordial, en el que Atila aceptó las condiciones y
retrocedió, principalmente porque los hunos ya habían conseguido tantas
riquezas en sus batallas que ni siquiera podían mover sus carretas ni
proporcionar sitio para futuras ganancias.
MUERTE DE ATILA Y FINAL DEL IMPERIO HUNO
Tras el acuerdo con el Papa León I, los hunos volvieron a su lugar de origen,
Panonia, y desde allí, Atila planeó con detalle la que sería su próxima
conquista: Roma; y su nueva boda con Ilico, una joven y bella germana con la
que contrajo matrimonio en el 453.
La mañana siguiente a su noche de bodas, Atila apareció muerto a causa de una hemorragia
nasal que lo asfixió.
La muerte de Atila fue un duro golpe para su imperio y motivo de alegría para
los romanos.
En día del entierro, los hunos se desgarraron la ropa, construyeron un dique en
el río Volga y rodearon al difunto de sus más preciadas pertenencias, de hierro
(símbolo de su fuerza), oro y plata (símbolos de las dotes que recibían de sus
conquistas)
A pesar de que los hijos de Atila intentaron hacerse con el poder, el imperio
huno se descompuso rápidamente y en el 469 ya era sólo un recuerdo.
Por otro
lado El vencedor de
Atila nos referimos a Flavio Aecio
no corrió mejor
suerte puesto después de los festines y homenajes el general Romano es hallado muerto .
El
entrecruzamiento y destino de estas dos figuras históricas es singular
y poco
característico por lo
finales que estos tuvieron puesto que sus nombre fueron relativamente
olvidados por la historia
y en su momento sellaron el destino de toda una época turbulenta de la
historia universal aunque no llego a ser un cesar brillo
en su momento con luz propia.
Flavio Aecio, General romano, m. en el 454. Denominado
usualmente como "el último de los romanos". Nacido en Italia, era
hijo del magister equitum Gaudencio y de la dama romana Aurelia con quienes se
trasladó de pequeño a la provincia de Mesia a la que su padre fue destinado.
Los primeros años de aprendizaje los pasó como rehén de Rugila, lo que le
permitió conocer el modo de pensar y luchar de los hunos. Sirve a su vez como
magister equitum en las Galias durante la jefatura militar de Félix, hasta que
en el 433 dC alcanza él mismo dicha magistratura de magister militum.
Precedido por mediocres y efímeros predecesores,
Aecio destaca en su cargo por ser capaz de poner orden en un caótico Imperio de
Occidente que se tambalea. Protege Italia y detiene la expansión de los
bárbaros: frena a los visigodos en la Galia y arrincona a los burgundios en
Saboya. Otras decisiones son mal recibidas, pero inevitables, como el
reconocimiento del asentamiento vándalo en el norte de África.
Pero su campaña más notable, la que le valdrá para la
historia el sobrenombre de "el último romano", será la que dirigirá
contra los hunos. Sintiéndose insultado su caudillo Atila por el emperador
Valentiniano III ante el rechazo de la petición de mano de su hermana Honoria,
se lanza a destruir Roma. Para ello convoca una gran confederación de tribus
escitas, sármatas, gépidas, ostrogodas, alanas, que se unen a los hunos en su
marcha. Pero Aecio dirigiendo magistralmente, a francos, vándalos, visigodos, y
las tropas romanas que quedan logra una gran victoria en los Campos
Cataláunicos en el año 451: es la última gran batalla del Imperio de Occidente.
Para desgracia de Aecio, su gran victoria le valdrá
el recelo del emperador, que, abrigando sospechas de una hipotética pretensión
al trono, ordena matarlo en el 454. Posteriormente la intriga palaciega se
vuelve contra el propio Valentiniano, que es asesinado un año después por
seguidores de Aecio.
Pero las cosas no quedan allí la figura de
Aecio el vencedor de llos
hunos trascendió la historia
La muerte de Aecio
en manos del emperador valentiniano
o Valente III marco el fin de toda
una época de gloria romana
ya que nadie pudo gobernar a tan
vasto imperio y sus gobernantes eran pusilánimes y de poco carácter
que fueron presa de la tribus “Barbarás” que asolaron
y destruyeron la capital del imperio
de los Cesares solo
quedo recuerdo de vieja gloria
que fue absorbida por la cultura
occidental donde el cristianismo
crecía a pasos agigantados todo recuerdo
de triunfos militares se refugió en los libros de brillantes
historiadores que a sus tiempo plasmaron
la vetusta gloria romana que todos
gozamos .
Especulando un poco
que hubiera sucedido si el
general Aecio , se hubiera convertido en
emperador de RomaLa
verdad que sinceramente creo que hubiera terminado igual: asesinado a traición
en algún palacio. Estar en Roma gobernando no era lo mismo que estar de un
campo de batalla a otro rodeado de soldados totalmente fieles y temerosos de
los hunos.
Pero
vamos, desde luego creo que hubiera sido infinitamente mejor emperador que Valentiniano
III, lo que no era muy difícil. Pero de hecho el título de magister militum que
ostentaba (jefe de todos los ejércitos de Roma), suponía que realmente el poder
efectivo del Imperio Occidental estaba en sus manos, no en las del títere
de emperador. Aunque ésta figura aún tenía demasiado prestigio para los
romanos. No en balde la razón de que Aecio fuera asesinado por el emperador era
para evitar que lo sustituyera en el trono, cosa que hubiera ocurrido tarde o
temprano.
Pero
es que Flavius Aetius hijo de un bárbaro romanizado y de una noble patricia
itálica en realidad ejerció como Emperador pues como sabéis desde Teodosio y
salvo Mayoriano los Emperadores Romanos delegaban gran parte del poder en
"validos" sobre todo en cuestiones militares de las que no
entendían.
Los
últimos grandes militares de Roma fueron Estilicón un bárbaro foederati que
derrotó varias veces a Alarico conteniendo las invasiones bárbaras: victorias
de Fiésole, Verona etc y Flavius Aetius que logró estabilizar un imperio en proceso
de derrumbe y prolongar su agonía.
Cuando
ya todo estaba perdido surgió Mayoriano que fue la última oportunidad del
Imperio Romano Occidental pues la otra parte como todos sabemos resistió muchos
mas siglos.
De
estos tres personajes el mas interesante sin duda es AETIUS apodado "el
último romano" ya que Estilicón aún disponía de fuerza aunque muy mermada
respecto al antaño gran ejército romano y Mayoriano estaba prácticamente
condenado al fracaso pues casi no tenía ninguna fuerza propia.
Durante
el valimiento de Aetius los hunos se presentaron con una fuerza y un poder muy
superior al de Roma aunque lo de acabar con Occidente es algo muy discutible
pues vean vds que los mongoles que conquistaron China no acabaron con dicha
civilización.
Pienso
que los hunos aun siendo ajenos a Roma casi por completo se habrían sin duda
romanizado al igual que los germanos aunque el proceso hubiera sido mas lento.
Sea
como fuere Aetius logró hábilmente tejer una alianza con el único poder militar
que quedaba en Occidente los foederati germanos y algunas tribus
"aliadas" que junto a los escasísimos restos imperiales y a una leva
a la desesperada que hizo en Italia lograron parar en la gran batalla de
Chalons sur Marne mas conocida como de los Campos Catalaúnicos al temible
Atila.
No
quiso acabar con los hunos pues según el maquiavelismo romano pensaba en
utilizarlos luego contra los germanos que le habían ayudado porque el problema
imperial radicaba en que apenas disponía de fuerza propia.
Pero
analizar esta cuestión es muy ardua y compleja.
Personalmente
pienso que si hubiera sido Emperador en vez de Valido el Imperio quizás en vez
de caer en el 476 hubiera caído en el 520 pero inevitablemente estaba
sentenciado
Atila y el
Pueblo Huno
Los
hunos son un pueblo de pastores nómadas que invadieron la Europa del SE hacia
el 370 y crearon un enorme imperio en los ochenta años siguientes. (Los
heftalitas que invadieron Irán e India en los siglos V y VI y los hiung-nu que
acosaron anteriormente China son a veces identificados como hunos, lo que no es
del todo seguro). Quizá sean el pueblo llamado en chino xun (los griegos los
llamaron jounoi), quizá parte de los hiung-nu mencionados por las fuentes
chinas, de familia turca y escritura rúnica. Cruzaron el Volga después del 350,
cayeron sobre los alanos (entre el Volga y el Don), ostrogodos (entre el Don y
el Dniéster) y visigodos (Dacia) y forzaron el limes romano del Danubio.
Amiano
Marcelino (fl. 395) los describe como pastores sin casas ni reyes, dirigidos
por jefes de grupo (primates), aparentemente sin un caudillo general aún en el
s. IV. Excelentes jinetes arqueros, veloces y decididos, de táctica
impredecible, extendieron el miedo por el Imperio. Pactaron con Roma en contra
de los germanos de Europa Central y, hacia el 432, tenían un caudillo
principal, Rua o Rugila, a cuya muerte (434) le sucedieron sus sobrinos Bleda y
Atila (Átila), corregnantes que pactaron con el Imperio de Oriente en Margus
(hoy Pozarevac) la duplicación de los subsidios pagados a Rugila.
Atila
o Átila, flagellum Dei, rey de los hunos (434-453) es el
Etzel de la leyenda de los Nibelungos y el Atli de las sagas islandesas.
Dominadores de un extenso territorio, desde el Báltico a los Alpes hasta cerca
del Caspio, habían de recibir de Constantinopla 700 libras de oro anuales (unos
300 k). No se sabe nada concreto sobre Atila entre 435 y 439 ni tampoco que el
Imperio le pagase lo prometido. En 441, cuando las tropas romanas estaban
actuando en el limes tanto oriental como occidental, atacó fuertemente el
Danubio oriental, tomando y saqueando muchas ciudades, incluida Singidunum
(Belgrado). Constantinopla logró una tregua para el 442 y trajo tropas del
Oeste; pero en 443 Atila volvió a atacar: tomó ciudades en el río y se dirigió
al interior hacia Naiso (Nis) y Sérdica (Sofía), que fueron destruidas. Camino
de Constantinopla, tomó Filipópolis, derrotó a los romanos en todas las
batallas y cercó la capital imperial, que no podía tomar con sus arqueros. Puso
rumbo a Galípolis, donde estaban refugiadas las últimas tropas imperiales, y
las deshizo. Impuso una paz que incluía el pago de los atrasos y su mora (6.000
libras de oro, unos 1.800 k) y la triplicación del tributo anual (2.100 libras
por año, unos 650 k). Hacia 445 mató a su hermano mayor, Bleda, y se convirtió
en autócrata. Atacó de nuevo en 447, más al E (Escitia y Mesia) que la vez anterior
y derrotó a los romanos en el río Uto (Vid), pero con un alto costo en hombres.
Devastó los Balcanes y Grecia hasta las Termópilas y en los años siguientes se
mantuvo una especie de hostilidad latente entre Atila y Teodosio II, como narra
Prisco de Panio (fragmentos de su Historia), que lo visitó en Valaquia, junto a
los embajadores romanos del 449. Se concluyó una paz más onerosa para el
Imperio que la del 443: el Imperio había de evacuar una ancha franja
suddanubiana y grandes tributos cuya cuantía no precisan las fuentes.
Atila
entró en la Galia en 451, aparentemente contra los visigodos del reino de
Tolosa, que no mantenían contenciosos con Valentiniano III ni con Aecio, con
quien Atila estaba en buenas relaciones. Se sabe que, en 450, Honoria, hermana
del emperador, le envió su anillo y la petición de que la librase de un
matrimonio al que se la obligaba. Atila reclamó a Honoria como esposa y pidió
la Galia como dote. Aecio y Teodorico I pactaron una actuación conjunta. Atila
intentó ocupar Aurelianum (Orleans), pero los romano-godos se lo impidieron en
el último momento. La batalla se dio en campo abierto, en los Campos
Cataláunicos (o, en otras fuentes, Mauriacos), de situación desconocida.
Teodorico murió, pero Atila, vencido por primera y única vez, hubo de
retirarse.
En
452 Atila pasó a Italia y saqueó Aquilea, Padua, Verona, Brescia, Bérgamo y
Milán, sin que Aecio pudiera detenerlo. La hambruna y la peste los sacaron de
Italia. El nuevo emperador de Oriente, Marciano, interrumpió el pago de subsidios
pactado por Teodosio II y Atila iba a atacarle cuando murió en el viaje,
durante el sueño. Quemado en una fastuosa pira con su tesoro personal, quienes
dispusieron el funeral fueron muertos para que nadie pudiera localizar la
tumba. Le sucedieron sus hijos que, reñidos entre sí, perdieron casi
inmediatamente el poder huno.
Prisco,
que conoció a Atila en 448-449, lo describe como bajo, robusto, de gran cabeza,
ojos hundidos, nariz chata, barba rala y de costumbres austeras. Irritable e
irascible, era un tenaz negociador y no tan inmisericorde como se dice. Los
hunos poseían oro abundante, por los pillajes, los subsidios romanos y la venta
de prisioneros, y el poder económico alteró sus naturaleza política. La
monarquía se hizo hereditaria y el rey tuvo carácter autocrático: sus delegados
personales se ocupaban del gobierno y las exacciones en especie y moneda sobre
los territorios y pueblos sujetos a los hunos. No hubo estructuras complejas y,
a la muerte de Atila, las revueltas internas facilitaron la derrota huna (455)
frente a una coalición de gépidos, ostrogodos, hérulos y otros pueblos en
Panonia (río Nedao, sin identificar) que terminó con los hunos como potencia.
Los
hallazgos de los túmulos de Noin-Ula, en Mongolia, son similares en muchos
aspectos a los de Pazyryk pero de fecha posterior. Estos enterramientos
se atribuyen a una rama de los hsiung-nu (hunos); los hallazgos incluyen una
alfombra de lana, decorada con animales luchando, tejidos helenísticos
importados y escudillas de laca china, una de las cuales ha sido fechada en el
año 2 a.C.
Durante
la tercera centuria a. C. los hsiung-nu llegaron a la cima de su poderío en
Mongolia. En seguida constituían el principal peligro para los dirigentes de la
China septentrional; la Gran Muralla, el más conocido de los monumentos chinos,
se construyó pata salvaguardarse de sus ataques; pero al finalizar la dinastía
Ch'in (221-206 a. C.), el poder defensivo de China decayó. Al mismo tiempo, la
fuerza de los hsiung-nu aumentó bajo el mando de su shanyü (jefe supremo)
T'ouman, y alcanzó su mayor poderío bajo el hijo de éste, el gran Mao-tun
(209-174 a. C.), que subyugó a las tribus vecinas, los hsien-pi, los
khitan y los tunguses, y se convirtió en el emperador de las estepas.
Hacia
el siglo IV d. C. el imperio nómada de los hsiung-nu en Mongolia se hallaba
dividido desde hacia mucho tiempo en dos partes, la septentrional y la
meridional. Ambos grupos habían tenido una historia turbulenta y en el año 311
d. C. los hsiung-nu de la zona meridional habían conquistado y quemado la
capital de la China septentrional, Lo-yang. Esta era la ciudad famosa entre los
romanos con el rombre de Sera Metrópolis, el lugar donde finalizaba la ruta
terrestre de la seda. Las tensiones que como resultado se produjeron hacia el
este, a lo largo de la ruta de la seda, quedaron reflejadas en las antiguas cartas
sogdianas. Posteriormente los hsiung-nu meridionales establecieron una dinastía
en Lo-yang que perduró hasta que pereció a manos de un renegado de su misma
raza en el año 350 d. C.
Simultáneamente
el grupo septentrional de ese mismo pueblo había sido empujado desde las
cercanías del lago Baikal hacia el Oeste por el poderío creciente de sus
rivales, los hsienpi. Durante rnás de un siglo sus movimientos, aparentemente
hacia el norte de la cadena montañosa de Tian Chan, pasaron desapercibidos para
los historiadores de las principales civilizaciones. Finalmente, sin embargo,
aparecieron en las estepas del Jaxartes hacia el norte de la Sogdiana. Desde el
año 350 d. C. en adelante varios grupos de estos hsiung-nu invadieron las
provincias orientales del imperio sasánida, donde fueron conocidos con el
nombre de chionitas; posteriormente otros grupos de este mismo pueblo, que
serían llamados hunos por los europeos, aparecieron entre los alanos y los
godos en las llanuras del sur de Rusia, al este del Volga.
El
año 350 d. C., mientras Shapur II de Irán (309-379 d. C.) se hallaba sitiando
la fortaleza de Nisibis en la Mesopotamia romana, le llegaron noticias
alarmantes de que unos invasores nómadas estaban atacando las fronteras
orientales de su imperio; rápidamente levantó el cerco y marchó hacia la zona
amenazada. Recientemente se ha puesto en duda el hecho de que éste fuera el
motivo por el que Seleuco (Slwky), el juez sasánida de Kabul, hiciera su viaje
a la corte del rey sasánida. Pero al parecer fue hacia estas fechas cuando
Shapur II estableció su cuartel general en la ciudad que ahora se llama
Nishapur, "la gran hazaña de Shapur", designación con la que se
conmemoran estos acontecimientos. Durante casi diez años Shapur II se vio
obligado a continuar la guerra contra los chionitas para poder mantener estable
su frontera oriental. Por fin consiguió realizar su propósito y cuando en el
año 360 volvió a emprender la guerra contra los romanos llevaba consigo como
aliadas a fuerzas chionitas bajo el mando de su rey Grumbates. Pero a largo
plazo sus esfuerzos fueron en vano, pues, según indican de manera
suficientemente clara los testimonios, unas pocas décadas después las antiguas
provincias kusanas ya no estaban bajo el control de los gobernantes sasánidas,
sino que habían pasado al de los jefes de esos nuevos invasores procedentes de
las estepas. Un nuevo poder había surgido en Irán oriental, el de los chionitas
y sus sucesores, los kidaritas y los hephthalitas (o ephthalitas).
Así
pues, se cree que los primeros hunos que aparecieron en Jorezm (uros
veinticinco años antes de que llegaran a Europa) fueron los chionitas
mencionados por Ammianus Marcellinus". El rombre de este pueblo está
formado, al parecer, por el vocablo del persa central xiyon, "huno",
y la terminación tribal griega. Sin embargo, Henning consideró que la
terminación del nombre ephthalitas era una forma plural del sogdiano. Después
de que los chionitas se aliaron a Shapur II, se unieron también a la campaña
que éste emprendió contra los romanos en Mesopotamia; en esta campaña, durante
el sitio de Amida (Diyarbakr), murió en combate el hijo de Grumbates, rey de
los chionitas. Ammianus Marcellinus describe cómo el cuerpo del príncipe fue
quemado, suceso de cierta importancia puesto que el ejército sasínida al que
acomp2ñaban los chionitas profesaba la doctrina de Zoroastro y para esta
religión la cremación era motivo de anatema. Sin embargo, estos detalles se
corresponden con los datos que se han obtenido en los estudios arqueológicos de
los hunos europeos; testimonios similares se han hallado en el valle de
Bishkent, en Tadjikistán, y también en el Ch ou sbu se atribuyen las
mismas costumbres al pueblo que durante este mismo periodo habitaba en
Qarashahr y que quizá estaba también relacionado con los chionitas.
Poco
tiempo después tenemos noticias del jefe huno Kidara que sería la figura
predominante entre las tribus de la Bactriana durante las últimas décadas del
siglo IV. Sus monedas (pues es a él a quien mejor deben atribuirse) se
encontraron junto a las de Shapur II (309-379), Ardashir II (379-383) y Shapur
III (383-388) en el tesoro de Tepe Maranjan, cerca de Kabul. Sin duda su
reinado coincidió con el de estos tres gobernantes sasínidas y quizá continuó
después de ellos. Priscus, el escritor griego que hizo la historia de los
hunos, habla a veces de los "hunos kidaritas", lo cual parece una
razón suficiente para aceptar que los seguidores de Kidara eran verdaderamente
hunos y no, como algunos historiadores sostienen, kusanas, a pesar del hecho de
que Kidara continuó poniendo en sus monedas el antiguo título territorial de
kushanshah, "rey de los kusanas", que también había sido usado por
sus predecesores sasánidas. Es cierto que el uso de la expresión "hunos
kidaritas" por Priscus refiriéndose al siglo v d. C. puede, por el
contrario, introducir un elemento anacrónico, pues en ese tiempo había
aparecido en escena una nueva horda. Parece que al final de la vida de Kidara y
durante el reinado de su hijo (que debió, según indican las monedas, tener el
mismo nombre y sería por tanto Kidara II), una nueva oleada de invasores hunos,
los hephthalitas, penetró en la Bactriana y obligó a los kidaritas a
desplazarse hacia el Punjab. En esta región el nombre de Kidara se ha
encontrado en muchas monedas de oro de las que no se conocen con seguridad ni
la ceca ni la atribución.
Según
Ghirshrnan, los chionitas (término en el que él incluye a los kidaritas) no
eran un pueble distinto de los hephthalitas que de manera importante
intervinieron en la historia de la quinta centuria d. C. Pero en el anterior
párrafo se ha seguido la opinión de los sinólogos McGovern y Enolki. Estos
autores sostienen que los hephthalitas eran recién llegados, que bajaron a la
Bactriana al principio del siglo V y desplazaron a los kidaritas hacia
el sur. De manera que cualquiera de los dos grupos pudo ser el invasor oriental
que Bahram IV tuvo que rechazar del Irán el año 427. Pero de cualquier manera
esta invasión fue probablemente el resultado de las tensiones surgidas por la
aparición de los hephthalitas. A éstos específicamente fue a los que el
príncipe sasánida Firuz I recurrió en el año 457 para que le ayudaran a obtener
el trono de Irán, entonces ocupado por su hermano Hormizd III. Más tarde Firuz
atacó a sus aliados hephthalitas, pero fue derrotado y capturado por el rey de
éstos, llamado Akhsunwar según al-Tabari o Khushnavaz según Firdausi. En esta
ocasión Firuz obtuvo la libertad dejando a su hijo Qubad como rehén; después
logró rescatarle y volvió a atacar, pero dirigió la carga de su caballería
hacia un dique oculto y pereció con todos sus hombres. Teniendo en cuenta la
anterior alusión a las costumbres funerales de los chionitas, es interesante el
hecho de que, según al-Tabari, - Khushnavaz enterró los cuerpos de los persas
en túmulos.
En
lo que se refiere a sus prácticas funerarias y a la derrota que los
hephthalitas infringieron a Firuz, la descripción clásica es la de Procopio, el
cual dice que, aunque eran hunos de nombre y de raza, no vivían como nómadas,
que eran de complexión normal y de rasgos regulares y que practicaban la
inhumación, enterrando con cada uno de sus jefes a un buen número (que a veces
llegaba hasta veinte) de sus compañeros. Por tanto, en este aspecto encontramos
las prácticas de los hepthalitas en contraste con la cremación practicada por
los chionitas.
En
el año 488 o en el 489 el rey sasánida Qubad, que había vivido durante su
juventud como rehén entre los hephthalitas, consiguió su restauración en el
trono persa con la ayuda de este mismo pueblo. A pesar de ello, la tribu
continuó siendo una amenaza para la seguridad de Irán. El siguiente emperador
sasánida, Khosrau Anoshirvan (531:579), construyó fortificaciones para
defenderse de sus ataques en la llanura de Gurgan y cuando aparecieron los
turcos llegó a aliarse con el khan turco, llamado en las fuentes occidentales
Sinjibu o Silzibul, para derrotarlos. Finalmente los hephthalitas fueron
derrotados en una cruenta batalla un poco después del año 557, se dispersaron y
sus tierras fueron divididas en dos partes a las que separaba el Oxus; los
sasánidas se quedaron con la parte meridional y los turcos con todas las
tierras al norte del Oxus.
Durante
la última parte del predominio hephthalita en la Bactriana, en el siglo v y
principios del VI, las fuentes indias recogen una serie de incursiones en el
Punjab y en la India occidental realizadas por un pueblo denominado Huna, el
cual, evidentemente, era huno, pero no está claro a qué rama de este pueblo
pertenecían los hunos. El grupo más destacado en estas incursiones parece que
fue el de los zabulitas. Ya en el año 458 el príncipe gupta Skandagupta tuvo
que resistir los ataques de invasores que al parecer eran hunas. Durante su
vida fueron mantenidos a raya, pero al final del siglo el imperio gupta estaba
en descomposición y hacia el año 510 el jefe huna Toramana había
establecido su dominio sobre tina gran parte de la India. Su hijo y sucesor fue
el notable Mihirakula, el cual, después de tener bajo su dominio una gran parte
del Punjab hacia el año 525, fue rechazado de las llanuras indias, pero
continuó en Cachemira. Se cuenta de Mihirakula que se divertía haciendo rodar
elefantes por los precipicios de Cachemira porque le gustaba oír los chillidos
que proferían al chocar contra las rocas. Toramana y Mihirakula fueron
sucedidos por otros reyes hunos, entre los que se encuentran Lakhana y Khigila,
cuyos reinados tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo VI, pero de los
cuales no se conocen las fechas exactas. Debieron reinar en Kabul o en Gardiz,
y el reinado de Khingila debió durar al menos ocho años, según se ha podido
comprobar en una inscripción descubierta recientemente.
El
lenguaje de los hunos asiáticos, igual que el de sus parientes europeos, es
enteramente desconocido, a no ser que sobreviva en el dialecto turco khalji,
del que Minorsky hizo un estudio. Para explicar las afinidades lingúísticas y
étnicas de este pueblo ha habido dos principales hipótesis. Sin embargo, una de
ellas, la "iraní", que era defendida por Ghirhsman y por Enoki y que
estaba principalmente basada en las leyendas griegas de las monedas, ha quedado
muy desacreditada al descubrirse que en realidad las leyendas estaban escritas
en el, dialecto iraní oriental local de la Bactriana. Esta conclusión ha sido
confirmada por el descubrimiento de la inscripción bactriana de Surkh Kotal. No
hay ninguna duda de que este lenguaje iraní oriental fue utilizado
ocasionalmente por grupos hunos con fines adrninistrativos; pero, por ahora,
queda en pie la hipótesis "turca" de Minorsky acerca del verdadero lenguaje
de los hunos. No obstante, causa perplejidad la afirmación del Cbou shu de
que los hephthalitas practicaban la poliandría, lo cual sin duda irla en contra
de la teoría de que su origen era indoeuropeo, ya que ello indica que en este
sentido tenían más afinidad con los tibetanos que con los turcos. El equipo
militar de los hunos orientales (en este caso, aparentemente, r de los
kidaritas), representado en un disco de plata que se encuentra en el British
Museum, tiene también cierta importancia respecto a la cuestión de su origen
racial. El equipo incluye una espada recta que se manejaba con las dos manos y
un arco compuesto, pero no usaban estribos. Lo primero y lo último les
diferencia claramente de sus sucesores, los ávaros, que tenían como equipe característico
la espada curva y el estribo y a los que se considera de origen mongol.
Minorsky creía que tanto los khalaj de Irán, que hablaban turco, como los
ghilzai de Afganistán, que hablaban pashtu (que parecen ser los mismos pueblos
que en las fuentes medievales son llamados khaljis) eran descendientes de los
hephthalitas. Opinión que parece paradójica a simple vista, pero que está
basada en varios testimonios que indican que en la zona de Afganistán
actualmente ocupada por los ghilzais debió estar establecido desde tiempos muy
antiguos un pueblo que hablara turco. Y muy bien pudo haber ocurrido que un
grupo turco, emparentado con el lthalaj de Irán y que se llamara del mismo
modo, predominara en algun momento entre los hephthalitas de esta zona. Posteriormente
debió ser absorbido por las más numerosas tribus de habla pashtu originarias
del este de Irán, pero legaron el nombre de khalij a la amalgama tribal
resultante. Por otra parte, no hay ningún ejemplo en Afganistán de una tribu
invasora que haya perdido su propia lengua y adoptado la del pueblo que formaba
el sustrato previo. Los hazaras mongoles de Afganistán central actualmente son
casi por completo de habla persa, aunque conocen su propio origen mongol. La
teoría de Minorsky es, por tanto, muy sugestiva, aunque hay que admitir, sin
embargo, que las pruebas acerca de las afinidades raciales y lingüísticas de
los hephthalitas son extremadamente fragmentarias y, en consecuencia, de
ninguna manera se las puede considerar concluyentes.
.
b) La guerra en el exterior:
Hsiung-nu, Asia central
Los
hunos de Asia oriental (Hsiung-nu) seguían siendo el enemigo exterior más
peligroso del imperio Han. Aún hoy se sigue discutiendo si serían aquellos los
hunos que aparecieron en Europa capitaneados por Atila, en el siglo IV d. C., o
si, por el contrario, los Hsiung-nu nada tienen que ver con éstos, y al parecer
tampoco se sabe con certeza el tronco lingüístico al que pertenecen. Los
investigaciones más recientes no parecen demostrar, corno se creía, un posible parentesco
entre palabras de los Hsiung-nu mencionadas en las fuentes chinas y las lenguas
turcas, sino que sugieren más bien relaciones con las lenguas siberianas (keto,
samoyedo). No puede aducirse, en cuanto a la cuestión de su identificación, el
hecho de que los Hsiung-nu fueran pastores y jinetes nómadas. El tipo de
economía de los nómadas esteparios no ha estado en relación con grupos de
pueblos determinados. Tampoco puede recurrirse a los títulos de Hsiung-nu qué
la tradición nos ha transmitido. Los títulos de soberanos pertenecen al
repertorio de elementos culturales y lingüísticos que pasan de un pueblo a
otro. Finalmente, la mezcla de pueblos fue común a todos los reinos esteparios
que aparecen en la historia eurasiática. Las federaciones que se formaron en la
estepa comprendían diversos pueblos, del mismo modo que se encontraban germanos
y godos entre los seguidores de los hunos de Atila y bajo la soberanía de
éstos. Y de los <mongoles> de Gengis Khan, seguramente sólo una parte
eran auténticamente de lengua y origen mongol. En los reinos esteparios todo se
asimila a la lengua y nacionalidad del clan dirigente; éste es el que da a la
federación su nombre, y muchas veces también su lengua común.
Hay
un perfecto paralelismo entre el ascenso de los Hsiung-nu, hasta convertirse en
un adversario peligroso para China, y la creación de imperio unificado chino, y
este paralelismo no sólo se da en el desarrollo, sino también en el tiempo
(finales del siglo III a. C.). Apenas pueden abrigarse dudas respecto a que la
fundación de un imperio por parte de los sedentarios chinos haya estimulado e
influido a sus vecinos nómadas. Contribuyó no poco a ello el hecho de que
huyeran con los hunos los renegados chinos -al igual que se encontraban también
romanos y griegos en la corte de Atila-, a menudo fugitivos políticos, pero
igualmente osados aventureros y chinos que prefirieron la vida libre de la
estepa. De este modo, las influencias chinas se hicieron sentir desde época
temprana entre los Hsiung-nu. Las primeras informaciones realmente detalladas
que se tienen sobre enfrentamientos entre China y nómadas de la estepa son
precisamente aquellas que hacen alusión a las luchas de los Hsiung-nu y los
chinos, y de ellas se desprende que el Estado chino tuvo que defenderse de sus
vecinos noroccidentales hasta entrado el siglo XVII d. C. Es ésta una de las
constantes de la historia de China. Se ha querido ver, no sin razón, la
relación entre sedentarios y nómadas como inserta en un contexto condicionado
por factores económicos. Los nómadas dependían del trigo corno complemento de
su precaria base alimenticia, y por esta razón realizaban también precarios
cultivos. Permaneció la vecindad pacífica mientras duró en la frontera china el
intercambio de los cereales necesarios por pieles, cueros y caballos. Pero en
tiempos de malas cosechas y epidemias de ganado y en ciertos casos, cuando la
propia China no estaba en condiciones de exportar cereales por motivos
climatológicos o como consecuencia de disturbios internos, la situación de los
nómadas se tornaba grave y éstos emprendían ataques a fin de salir de semejante
situación; se trataba de apoderarse por medios violentos de lo que les
brindaba, en otras circunstancias, el intercambio comercial. Así se puso en
marcha una reacción en cadena que fue motivo de preocupación, con bastante
frecuencia, para los gobiernos chinos.
Bajo
el Khan Mao-tun, la federación de los Hsiung-nu alcanzó uno de los momentos de
mayor esplendor. El emperador Wen, de la dinastía Han, intentó comprar la paz
de las fronteras entregando cereales y seda a los Hsiung-nu y siguiendo una
política defensiva. Se celebraron toda una serie de acuerdos que en algunos
casos incluyeron también matrimonios entre princesas chinas y soberanos
Hsiung-nu. Estas mujeres chinas, trasladadas a la fuerza a las tiendas de los
Hsiung-nu, se convirtieron en portadoras de influencias culturales chinas.
Parece haber sido tal la cantidad de seda entregada que los Hsiung-nu pudieron
enviar el remanente, en venta gananciosa, a la parte occidental de Asia. Así,
el comercio llevado a cabo por la "ruta de la seda" no surgió tanto
por la iniciativa de comerciantes privados chinos cuanto por los
"tributos" rendidos por China en el marco de los acuerdos. Bajo el
gobierno del emperador Wu se pasó de una política defensiva a una ofensiva.
Este soberano envió diversas expediciones a la estepa a partir del año 133 a.
C. para librar una batalla decisiva contra los Hsiung-nu en sus campos de
pastoreo. Sólo una de estas expediciones pudo alcanzar el objetivo estratégico.
Alrededor del año 127 a. C. se encontraba en manos chinas el territorio Ordos,
es decir, la comarca cuadrangular situada en el curso superior del Huangho. Los
repetidos avances que tuvieron lugar desde este punto sobre la estepa sirvieron
rnás que nada para intranquilizar a los Hsiung-nu, pues Wu y sus generales no
tenían intención de establecerse definitivamente en las extensiones de
Mongolia. La cuenca del Tarim representaba un objetivo más importante para
atacar. Los estados situados en los oasis, cuya población era de habla
indoeuropea, habían caído bajo el dominio de los Hsiung-nu; se trataba de un
país de importancia debido a las rutas de caravanas hacia Occidente que por
allí pasaban y el control comercial que esta situación les confería, pero
asimismo por la explotación de jade que brindaba. En el año 121 el general Ho
Ch'ü-ping avanzó hacia el Noroeste y conquistó el "corredor" de
Kansu, dentro del cual Chü-yen se convirtió en un importante asentamiento comercial
y militar chino. Las excavaciones que se efectuaron allí descubrieron gran
cantidad de documentos chinos escritos en madera y bambú, que permiten
reconstruir la vida cotidiana de una guarnición china fronteriza, y no sólo
esto, sino que también brindaron una imagen del "limes" chino, una
cadena de minuciosas fortificaciones, construida para hacer frente a los
ataques de los nómadas.
La
emigración de los Yüeh-chih de Kansu, por presión de los Hsiung, data
aproximadamente del año 180. Alcanzaron el territorio de la Bactriana griega,
estableciéndose allí. La corte china envió al oficial Chan Ch'ien, al frente de
una especie de destacamento-espía, con el fin de establecer contacto con los
Yüeh-chih y exhortarlos a formar una alianza. Este objetivo diplomático-militar
no se habla logrado aún cuando Chan Ch'ien reapareció en la capital, en el año
126 a. C., tras realizar un viaje lleno de aventuras a través de Asia. Pero
informó sobre un mundo hasta entonces desconocido para los chinos, el del Irán
helenizado. El Ta-yüan de las tierras occidentales corresponde al paisaje de
Fergana y posiblemente refleje el nombre de los tocarios. De allí obtuvieron
los chinos noticias sobre el vino de uva de una población sedentaria y rica;
llegaron a China plantas de cultivo procedentes de Asia sudoccidental: alfalfa,
importante como forraje para los caballos, y también caballos. Según
investigaciones recientes, es probable que la importación a China de caballos
procedentes de Asia sudoccidental no se debiera solamente a intereses mercantiles,
sino que existieron también razones religiosas. Las expediciones enviadas a
Sógdiana por el emperador Wu, en los años 104 y 101 a. C., debieron estar
motivadas por la superstición del emperador, quien vela en los "celestes
caballos" de Occidente un medio para obtener la inmortalidad; actitud ésta
que concuerda con lo que se sabe sobre la personalidad del emperador, curiosa
mezcla de pragmatismo y superstición. Estas expediciones militares de los
chinos colocaron la cuenca del Tarim bajo soberanía china y debilitaron el
poder de los Hsiung-nu. En el siglo I a. C. el imperio Hsiung-nu fue
descomponiéndose gradualmente; en el año 53 el soberano del grupo meridional se
sometió a los chinos, y un nuevo avance de éstos hacia Asia occidental infligió
una nueva derrota en Sogdiana a las fuerzas Hsiung-nu que quedaban en pie. Así,
aproximadamente desde mediado del siglo I, la cuenca del Tarim se encontraba
bajo administración militar china; una amplia red de guarniciones garantizaba
la posición adquirida por los chinos, sin que por ello desaparecieran los
pequeños reinos autóctonos.
El
curso posterior de la historia muestra que no siempre pudo mantenerse la
preponderancia en Asia central, conquistada en las luchas que se desarrollaron
bajo Wu y sus sucesores. Pero con ello el imperialismo chino conoció el camino
de Occidente. Las fronteras actuales del estado chino en Asia central, marcadas
por la provincia de Sinkiang, corresponden en lo fundamental a las conquistas
realizadas ya bajo los Han. Las influencias y bienes culturales procedentes del
territorio iraní llegados a China por esta vía revistieron gran importancia
para la civilización de China. Por las rutas de la seda llegó también a China,
a partir del siglo 1 d. C., el budismo, y con él una gran cantidad de nuevos
elementos que vendrían a enriquecer la civilización china.
a)
Conquistas
La
guerra civil se había librado principalmente en el norte y en el centro de
China. Así es como se reforzó el movi-miento migratorio hacia el Sur, iniciado
ya con las inundaciones. Los colonos se trasladaron hasta el corazón de Yünnan,
Annam y Tongking, territorios que hablan sido ligados mas estrechamente al
imperio por el general Ma Yüan al ser enviado éste en el año 42 d. C. a
Tongking, donde dos años antes habla estallado una rebelión que fue entonces
sofocada. Con todo, la soberanía china sobre estos territorios debió haber sido
seguramente nominal.
No
obstante, la emigración de las regiones septentrionales y del Noroeste se debía
también a otras razones. Durante la guerra civil diversos pueblos extranjeros
habían irrumpido nuevamente o se hablan instalado en estas zonas. Aunque en el
año 48 d.C. se produjo una división entre los Hsiung-nu y se quebró su
confederación, ello no redundó únicamente en beneficio de los chinos.
Diecinueve tribus de los llamados Hsiung-nu del Sur se pusieron bajo la
protección de los Han, pues se encontraban acosados por los Hsien-pi y los
Wu-huan. Por un lado fue grata su llegada, pues se esperaba poder utilizarlos
en Shansi y en el arco del Huangho para afianzar las fronteras, como se
esperaba de las tribus tibetanas toleradas entre el Huangho y el Kuku Nor; pero
por otro lado, estos Hsiung-nu y tibetanos crearon muchos problemas a sus
vecinos chinos con sus saqueos e incursiones. Por otra parte, entre el año 60 y
70 d. C., las secciones de los Hsiung.nu que se habían retirado hacia el Norte
volvieron a hacer sentir su presencia y lograron cierta influencia en
Turkestán, donde los estados tributarios de China, excepto el rey de Yarkend, rompieron
sus vínculos con el imperio Han. En el año 73 se puso en marcha una primera
campaña dirigida por Tou Ku. El clan Tou, que estaba emparentado con la casa
imperial, se contaba entre los más fervientes partidarios de una política
ofensiva con respecto a Asia central, política que fue luego puesta en práctica
bajo los emperadores Chang (76-88) y Ho (89-105). Tou Hsien y Pan Ch'ao
derrotaron a los Hsiung-nu del Norte en varias batallas, siendo el segundo
quien más avanzó, llegando en el año 94 hasta el extremo occidental de la
cuenca del Tarim. Pero el protectorado chino no duró mucho; en el año 107 se
retiraron ya las guarniciones del exterior. Económicamente el imperio no se
encontraba en condiciones de mantener durante mucho tiempo su presencia militar
en estos gigantescos territorios; hubo que conformarse con que las
comunicaciones por tierra con Asia sudoccidental no se cortasen totalmente. Por
otra parte, alrededor del año 107 se desencadenaron una serie de disturbios
entre los tibetanos asentados en la parte oriental de Kansu, recrudeciéndose
una y otra vez durante una década e impidiendo temporalmente que el gobierno
central pudiera controlar la región del Noroeste. Todo este proceso fue una de
las causas de que el contacto y el comercio con el lejano Occidente se realzase
cada vez con más frecuencia por vía marítima.
Aún
había esperanzas, pues, de que Roma pudiese resistir el choque de las
invasiones, de que los invasores pudiesen ser asimilados y convertidos en
romanos, y de que los emperadores pudiesen gobernar como antes. La gran barrera
era la religión. Los germanos eran arrianos, y para la población romana, que
era católica en su abrumadora mayoría, esto era peor que el hecho de que fuesen
germanos.
Pero
aun esta situación podía haberse suavizado. Si pudiera detenerse la historia en
un punto, podría absorberse casi todo cambio.
Pero
la historia no se detendría. Roma se estaba desmembrando, y penetraban en ella
nuevos grupos de invasores toscos y bárbaros más rápidamente que lo que podía
ser romanizado un grupo de ellos. Estas nuevas oleadas podían haberse aplacado
por sí solas, pero en realidad eran impelidas, pues los hunos estaban
nuevamente en marcha.
Después
de su conquista de los territorios ostrogodos y visigodos medio siglo antes,
los hunos habían permanecido en calma. Pero en 433 un gobernante llamado Atila
llegó al trono. Astuto, ambicioso y en modo alguno sólo un bárbaro, embarcó
otra vez a los hunos en una agresiva política de expansión. Durante la mayor
parte de su reinado, dirigió sus ataques hacia el Sur, a través del Danubio, y
esparció la ruina y los saqueos por las provincias del Imperio de Oriente,
obteniendo grandes ganancias como botín y tributos.
Luego
se dirigió al Oeste por diversas razones. El Imperio Oriental estaba ansioso de
sobornarlo para que se alejase, como antaño había sobornado a Alarico, una
generación antes. Además, el Imperio de Oriente ofrecía una resistencia
desesperada, y Atila pensó con razón que el Imperio Occidental, más débil y en
un estado más avanzado de desintegración, sería una presa mucho más fácil.
Llevó
su ejército al Oeste a través de Germania, obligando a algunas de las tribus a
cruzar el Rin en huida. Entre ellas se contaban los burgundios, que habían
habitado a lo largo del Rin central y ahora se lanzaron al sudoeste de la
Galia, ocupando la región que rodea al lago de Ginebra. Más al norte, los
francos cruzaron el Rin inferior y penetraron en el norte de Francia.
En
451, los hunos cruzaron el Rin, y por primera y única vez en la historia, guerreros
altaicos estuvieron al oeste de este río. (Europa volvería a temblar ante
invasiones de otros guerreros asiáticos, entre ellos, mongoles y turcos, pero
ninguno llegaría tan al Oeste.) En ese momento, los dominios hunos llegaron a
su máxima extensión, pues cubrían una franja de tierra, a través de Europa
central y oriental, que tenía cuatro mil kilómetros de largo.
El
Emperador de Occidente era por entonces Valentiniano III, y el general
principal era Flavio Aecio, hombre capaz que había estado mucho tiempo entre
los visigodos y entre los hunos.
Aecio
había ejercido el gobierno imperial en la Galia durante años, enfrentando a un
grupo de bárbaros contra otro, para que ninguno llegase a ser demasiado fuerte.
También se entregó a rencorosas intrigas contra otros generales imperiales, y
es difícil saber si hizo más bien que mal a Roma a largo plazo, pues nunca
pareció vacilar en dar prioridad a su provecho personal antes que al del
gobierno.
Por
ejemplo, fue su rivalidad con otro general lo que llevó a la creación del Reino
Vándalo en el norte de Africa y a la pérdida, para Roma, de una importante
fuente de cereales.
Aecio
había combatido contra los visigodos y no había vacilado en emplear tropas
hunas siempre que quisieron luchar de su parte. Pero ahora los hunos eran el
principal enemigo, y Aecio dio media vuelta. Se alió con su viejo enemigo, el
anciano Teodorico I, rey de los visigodos, y, junto con otras tribus germánicas
entre las que figuraban los francos y los burgundios, se volvió contra los
hunos.
El
ejército de Atila tampoco era exclusivamente huno. Tenía muchos aliados
germánicos y un fuerte contingente ostrogodo, pues éstos se hallaban bajo la
dominación de los hunos desde hacía ochenta años.
Atila
trató de dividir a las fuerzas que se les enfrentaban anunciando que no había
ido a luchar contra el Imperio, sino sólo contra los visigodos. Conocía bien a
Aecio y pensaba que sería fácil que éste se retirara y dejase que los hunos
luchasen contra los visigodos. Pero, por una vez, Aecio no jugó sucio y se
mantuvo firme.
Antes
de que las fuerzas imperiales pudieran alcanzarlo, Atila se había dirigido a
las murallas de Aurelianum (la moderna Orleáns) y hasta se había afirmado
dentro de la ciudad. Pero cuando llegaron las fuerzas imperiales, se vio
obligado a retirarse.
Los
ejércitos se encontraron en los Campos Cataláunicos (la principal ciudad de
esta región es Chalons), a unos 190 kilómetros al noroeste de Orleáns. No fue
tanto una batalla de romanos contra hunos como de godos contra godos.
Aecio
colocó sus propias tropas a la izquierda del frente y a los visigodos a la
derecha. Los aliados más débiles fueron apostados en el centro, por donde
-según esperaba Aecio- Atila (que siempre se colocaba en el centro de su línea)
lanzaría el ataque principal. Así ocurrió. Los hunos atacaron por el centro y
penetraron en las líneas enemigas, mientras los extremos de las lineas de Aecio
se cerraron sobre ellos y los rodearon. Cuando la batalla terminó, las fuerzas
imperiales habían vencido claramente.
Si
la victoria hubiese sido aprovechada adecuadamente, los hunos podían haber sido
exterminados y Atila muerto. Pero Aecio, el intrigante, pensó que su principal
preocupación debía ser impedir que sus aliados se hiciesen demasiado fuertes.
Teodorico, el viejo rey visigodo, había muerto en la batalla, y Aecio urgió al
hijo y heredero del monarca, Torismundo, a que retornase rápidamente a Tolosa
para asegurarse la sucesión. Los visigodos fueron retirados apresuradamente del
lugar de la batalla, con lo cual perdieron la oportunidad de expandir su reino
gracias a la victoria.
Este
fracaso de la expansión visigoda convenía a Aecio, por supuesto. También estaba
seguro de que una guerra civil mantendría ocupadas las energías de los
visigodos, y tenía razón. Torismundo subió al trono, pero al año fue muerto por
su hermano menor, quien entonces reinó con el nombre de Teodorico II.
Aunque
Aecio había logrado una ventaja, perdió los beneficios a corto plazo. Sin sus
aliados visigodos, Aecio no tenía fuerzas suficientes para perseguir a los
hunos. El resultado de la batalla de los Campos Cataláunicos fue expulsar a
Atila de la Galia, pero a causa totalmente de las maquinaciones de Aecio, no
terminó con la amenaza de los hunos, como fácilmente podía haber sucedido.
Atila
pudo reorganizar su ejército y tomar aliento. En 452, invadió Italia. Puso
sitio a Aquileya, ciudad del extremo septentrional del mar Adriático, y después
de tres meses la tomó y la destruyó. Algunos de los habitantes, huyendo de la
devastación, buscaron refugio en las lagunas pantanosas del oeste. Éste, según
la tradición, fue el núcleo inicial de lo que más tarde sería la famosa ciudad
de Venecia.
Italia
estaba postrada ante Atila, como cuarenta años antes lo había estado ante
Alarico. Los hunos podían haber tomado Roma como los visigodos, pero a último
momento se retiraron. Algunos dicen que la causa fue el temor supersticioso de
Atila ante la aureola de Roma y del papa León I, quien fue a su encuentro con
todos los ornamentos papales para pedirle que no destruyese a Roma. Otros,
menos románticos, dicen que se retiró gracias a un considerable presente en oro
que el papa León I llevó consigo.
Sea
como fuere, Atila abandonó Italia. Al volver a su campamento bárbaro, en 453,
se casó nuevamente, añadiendo otra esposa a su numeroso harén. Participó en una
gran fiesta y luego se retiró a su tienda, donde murió durante la noche, al
parecer de un ataque, causado quizá por los excesos de la celebración.
Su Reino quedó dividido
entre sus muchos hijos y se derrumbó casi inmediatamente bajo el impacto de una
revuelta germánica, que estalló tan pronto como se difundió la noticia de la
muerte de Atila. La dominación huna llegó a su fin y los hunos desaparecieron
de la historia
Profesor
:Ronald Ramírez Olano